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Tolima, 2015

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La Grandeza del Tolima
(Julio - Diciembre de 2015)

Proyecto desarrollado para World Planning
Informe de gestión, Gobernación del Tolima 2012 - 2015.
Se puede amanecer un día a la falda de un nevado. Puede ser el nevado del Ruiz, si está en Murillo. Puede ser el del Tolima, si está en Villa Hermosa. Puede ser en el parque de los nevados, si al despertar ve cuatro nevados al tiempo.
Se produce muy buen café en Tolima. Planadas, Líbano, Río Blanco y Dolores tienen paisajes verdes y empinados, de café. Ese año la "taza de oro" la recibió una mujer caficultora, Astrid Medina. A nosotros nos contó todo eso don Afranio Encizo, un caficultor que vende a clientes de Japón e Inglaterra. Acá no se le puede decir que no a una taza de tinto, y por nada del mundo se le puede poner azúcar. Huela, deguste y disfrute el mejor café del mundo.
Un día en la ciudad de los puentes, como se le conoce a Honda. Ciudad histórica, antigua capital del Virreinato. Pequeñas escenas que abundan y hablan de una vida calmada y a la vez muy atrayente.
Una figura maternal, que de una manera muy contundente demuestra la fuerza e ingenio de este país. Isabel "Chavita", me decía "hijo, venga y toma fresco, guárdese del sol" ofreciéndome un vaso de limonada. Ella cocina increíbles y sencillas piezas de orfebrería en barro, en la noche cuando ha bajado el sol; ya demasiado es el calor del horno. En el día se sienta a la orilla del río Magdalena, a sentir la brisa y moldear bandejas y platos.
Esto es Coyaima Indiana. Uno de los municipios del Tolima en los que hay resguardo indígena. La economía está basada en la hoja de cachaco, con la que se envuelve el Tamal y el Queso de hoja. Acá uno es lugareño o es extraño, pero en medio de estas miradas curiosas y detenidas basta un gesto amable y humilde para hacerse amigo.
Al pié del Magdalena, en el municipio de Suárez, el calor estaba al borde del límite que el cuerpo puede soportar. La extensión de la planicie del Tolima es en verdad intimidante; pero recuerdo sentir un momento de frío y alegría cuando tras una curva encontré al nevado del Tolima, como un gigante sereno que me saludaba y me invitaba a visitarlo de nuevo.
El agua, el río Magdalena. Lo crucé un par de veces, nadé en sus aguas incluso. Pero la mayoría de las veces lo vi desde la orilla, y así fuera en sequía, siempre se impuso, el primero y el último. Una última imagen, una canoa que no soportó más el paso del cauce, los años navegando, hasta que el agua reclamó su lugar.
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